87. Recurran A la Santísima Virgen María, ámenla, pídanle su inefable protección con el mayor fervor de su alma. Esta Santísima Madre las llevará al corazón de Jesús.
88. Para orar necesitamos diligencia, vencimiento, constancia, humildad y confianza.
89. Por la profesión religiosa nos hemos obligado a caminar cada día a la perfección.
90. Que al resucitar Cristo en nuestras almas, resucite en ellas la diligencia para elevar nuestras oraciones con ánimo y fervor desinteresado, ya que es el único medio por el cual Dios se comunica con nuestras almas.
91. En la oración sacamos resoluciones firmes para aceptar persecuciones y oprobios, para resucitar semejantes a Cristo por quien hemos de hacer todas las cosas y morir a nosotras mismas.
93. Es nuestra obligación adelantar cada día. El día que no se haga un poquito, ese día es muerto, porque ni debemos desconocer los beneficios que Dios nos hace ni tampoco debemos ignorar nuestras faltas y hábitos, sean al mal, sean al bien. Si son para el bien, es Dios que nos ayuda y si son para el mal, es el demonio que instiga nuestra propia naturaleza viciada al mal.
94. Para adquirir las virtudes deben pedirlas a Dios por medio de la oración vocal o mental, pues la oración es la que nos hace conseguir esas gracias.
95. La oración es para templar nuestro ánimo, para hacernos cordiales, y para que tengamos fuerzas para desechar las tentaciones.
96. En la oración se conocen los defectos, la soberbia, se sacan propósitos y se reanima el alma en la caridad, humildad y abnegación.
97. Oremos con diligencia, constancia, humildad y confianza. Siempre que encontremos desfalcos y disgustos en nuestra vida espiritual estemos seguras que hemos descuidado la oración.
98. No dejen de elevar una súplica al Señor pidiendo lo que el Instituto necesita, así como orar unas por otras, pues la perseverancia final la hemos de conseguir por medio de la oración.
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