73. Las tentaciones hay que atacarlas con valentía, sin angustia y sin asustarse ya que éstas nos traen la victoria.
74. Las víctimas son las que se ofrecen al Dios de Amor para que él haga con ellas lo que le plazca. Que las trate como él quiera. Estas sí con víctimas de amor y por amor.
75. La base de nuestra santificación es el vencimiento de nosotras mismas.
76. La herencia que podemos dejar a nuestras hermanas jóvenes es el amor al sufrimiento, a la cruz.
77. No se dejen, acójanse a Dios, no se desalienten, porque el desaliento sólo es de los tontos, nosotras estamos en las manos amorosas de Dios Nuestro Señor y todo cuanto permita será para nuestro bien.
78. Lo que nos parezca malo o penoso es lo que nos proporciona los bienes eternos y nuestros mejores bienhechores son aquellos que nos hacen sufrir.
79. El desaliento es hijo de la soberbia y cuando nos desalentamos Dios se siente herido porque es como hacer menos su poder y sus divinos atributos.
80. Decidámonos al sacrificio si es que queremos trabajar como religiosas y fieles esposas del Señor, pues en la humildad y caridad se conocerá la que se decida a ser religiosa franciscana.
81. Dios premia sus sufrimientos haciendo que sean la piedra de mayor quilate, de la corona del Instituto.
82. Nuestro Instituto pobre y humilde, pero grande, porque tiene relatos importantes que contar en sí. El más grande es que, en medio de las olas embravecidas del mar agitado, subsiste y crece.
83. La fortaleza nos viene del amor de Dios que nos hace soportar todas las dificultades.
84. Los santos y amigos de Cristo sirvieron al Señor, en hambre y sed, en frío y desnudez, en trabajos y fatigas, en vigilias y en ayunos, en oración y santas meditaciones, en muchas persecuciones y oprobios.
85. Si no nos sacrificamos, vendrán muertes, guerras y desgracias, nosotras seremos las culpables porque no vivimos nuestra consagración para con Dios.
86. A menos penas en el espíritu, mayor fuerza en el alma y mayor ligereza en el cuerpo.
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